Un día se me ocurrió colgar una caja
con un agujero, y adentro le puse alpiste. Ni siquiera esperé a ver
qué pasaba, simplemente un día llegó un Cherkán a instalarse.
Nunca antes vi un ave tan linda, siquiera sabía que existían, una
mezcla entre un colibrí y un gorrión, se veía suave y ligero. Ahí
crió a su familia, después de agregarle delicadamente ramas
diminutas, cuidando de no arrastrar basura a su nuevo nido. Al nacer
los jilgueritos, tenían una orquesta afuera de mi casa, y hacían
que todas las mañanas tuvieran banda sonora. Hasta que tocó el día
donde los niños tenían que aprender a volar. Dos de ellos se fueron
rápido, y no volvieron más, mientras que el último se quedó en el
nido hasta una confusa noche, donde la caja estaba en el suelo, y ni
jilguero ni jilguerito volvieron a aparecer.
Estoy seguro de que están bien, al fin
y al cabo, su naturaleza es volar. Hoy veo a una mujer que siempre
supo volar, pero que ignoraba su talento. La encontré un día
bailando, con los pies, lo que no me hacía sentido. Bailaba con la
tierra, como las palomas que caminan aunque tengan alas. Traté de
entenderla, de acompañarla, traté de que me enseñara a volar.
Caminamos juntos, leímos, hablamos, aprendimos de todo, pero nunca
dijimos nada sobre volar. Era un tema prohibido. En el fondo, ella
sabía mi amor por las aves, y mi admiración por su naturaleza
volátil, y efímera, por sobre todo efímera. Quizás me asustaba
más la idea de que ella no fuera un ave, que el que sí lo fuera, y
por esa duda un día sin previo aviso la asusté, moviendo los brazos
la expulsé de nuestra jaula hogar para ver si volaba, y ahí se
quedó alrededor, desorientada, y yo adentro, comprendiendo cada vez
menos la verdad de las aves. Era cosa de tiempo, de esperar a que
volara y yo sentirme feliz, y triste con eso. Disfrutar de su vuelo,
como si fuera mío, porque de eso si fui dueño, de su vuelo. A ésta
altura la miro de lejos, la recuerdo, sin miedo a extrañarla. Pero
la extraño. Y no se trata de verla volver, se trata de verla,
siempre poder buscarla, sólo para verla.
1 comentario:
Esa mujer todavía ignora su talento, pero se echó a volar igual. Te puede relatar todo lo que ha visto con la altura que le ha dado su vuelo :)
Gracias por la compañía, por la entrega, por el baile.
Salú!
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