viernes, 12 de febrero de 2021

Cero a la izquierda

Recordando cuando el erotismo se remitía a la mirada, y el orgasmo era un asomo de manos bajo un polerón, divago en tu presencia. Repaso en mi imaginación adolescente, los primeros encuentros, torpes y sobrevalorados, de una piel suave, nueva, nerviosa, y a veces paralizada. Me encanto en la ausencia de aprobación, sentir el desafío de ser más leve que tus primeros escalofríos, ser más pasional que la teleserie venezolana, ser menos tosco que ayer. Entro en competencia con tus fantasías, invado tu espacio y me dejo montar. Me transformo en la bici de paseo, el asiento incómodo, el pantalón apretado, el roce de la alfombra en tus pechos florecientes.

Ausencia. De mujer invisible, soñadora arrepentida y amante rutinaria. Me gustas distinta, reflexiva, nostálgica, profunda y fuerte, mas no sé sobrellevar el peso de la impotencia, literal y sexualmente, así no se puede. Es más fácil la ingenuidad de ser libre, asecharte a deshoras, cansarse porque sí, y no despertar nunca. La manía de tocarte donde no se debe, el derecho a olvidar al mundo y expulsar pasiones irresponsables, volver al tiempo donde no hemos aprendido nada, olvidar el dolor de hacer daño amando más de la cuenta. Partir de cero, la utopía de la inocencia, santificar el error, crucificando la inercia.
Embriagados buscamos reencontrarnos, a nosotros mismos, sin pudor, con el calor del gesto torpe, infalible, preciso. Con la mente vacía, hacemos fácil rellenar espacios de vacío infantil.

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