martes, 16 de marzo de 2021

Margarita O'Nell


Te estuve buscando estos días, abuela, en un poema para leer en tu funeral. Habían unos muy lindos, otros entretenidos, o lúdicos. Pero no te encontré a tí, abuela Maggi. Fragmentos de tu persona, claro, porque eras muchas a la vez. Unos 16 hijos e hijas propias y ajenas, contábamos ayer, y otros pequeños fragmentitos de poesía en cada uno de nosotros se iban diluyendo entre tantos hijos. De alguna manera, sentí una parte de tí en este poema de Roque Dalton, entre las muchas cosas que suceden en esta despedida:

Pedimos que nos amen, que nos dejen amar,
pedimos que nos hagan quedarnos solos atados a los ángeles,
que no dejen testigos desde ahora
esperando la imagen
honda de nuestras lágrimas;
pedimos que no insistan en herirnos el lugar de la ira,
pedimos que las esposas doren el blanco pan
y nos conviden a la mesa del júbilo,
que los muchachos y las muchachas
recuesten su frescura de musicales líquenes
sobre la llamarada que nos nació en las voces,
pedimos la sonrisa
desde nuestra lastimadura más presente
y el escudo fraterno desde el opaco miedo
que nos podría suceder;
pedimos el abrazo,
el ambulante nido para la desangrada palabra
que un día descubrimos y que venimos ahora a repartir”

Me extraña, luego de haber crecido entre tantos libros en tu casa, no saber cuál te gustaba más. En más de alguna ocasión comentamos la contingencia, y se alcanzaba a oler una fuerte crítica que nunca salió con todas sus palabras a la calle.
Busqué mirando en la pequeña biblioteca que iba quedando, que de a poco se había ido convirtiendo en un gran álbum de fotos, expuesto. Fragmentos de tu historia, de la historia familiar, y de la historia nuestra. Salvador Allende, grietas en los muros, ventanas gruesas, y el tío Jano. Todo tiene un retazo.
Entonces Benedetti colaboró, y me muestra la casa, tu casa, que serás tú siempre, o de nuevo, apenas una parte de tí.

No cabe duda. Ésta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Ésta es mi casa detenida en el tiempo.
Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.
No cabe duda. Ésta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.
Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.”

Me preguntaba ayer si el cura te encontraría en algún pasaje bíblico, pero volvimos al lugar común y en el fondo, el perdón y la culpa nunca desencajan con la muerte.
Dónde está entonces, el relato de la abuela Maggi, el que le vamos a leer a otros nietos, que se comunique a tu nueva distancia con esa herencia tan intangible, pero tan real a la vez.
Encuentro a Alejandra Pizarnik, más lenta y dolorosa, pero me ayuda a entender un poco más, dónde estás ahora, en este preciso instante.

"La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te...
La noche sufre."


Ahora lo entiendo. No termino de leerte en todos lados, porque eres mi madre y mi madre también es un poco de tí, también mi padre que según la genética es más hijo tuyo que el resto de las personas que se forjaron en tu lecho, pero todos aquí presentes sabemos que eso no es más que una excusa racional, para comprender lo que todavía no comprendemos. Y no importa, está bien que todavía no lo entendamos, así nos dejas tareas para cuando ya no estés, y puedas con tu silencio presente, y aprendamos a acostumbrarnos, una vez más, a nuevas ausencias en nuestra historia.
Yo al menos, uno de los tantos nietos, te voy a recordar con una sencilla melodía, que es parte de otros fragmentos de historia, que se entrelazan y se dividen cada cierto tiempo, como una danza cósmica familiar, que a veces es linda, a veces duele, a veces se entiende, y otras tantas más, se sienten simplemente en un abrazo común.

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