martes, 1 de marzo de 2022

El Tren y el Recuerdo

Desde que te conozco, nunca había pasado más de una semana sin verte. Ahora ya estoy cumpliendo dos meses sin saber de tí. 

Afortunadamente, han sido dos meses de grandes cambios en mi vida. De otra manera, no sería nada fácil. Pero alejarme del todo de Santiago, La Florida, donde viví casi desde que tengo memoria, produjo una mezcla de recuerdos para dejar atrás, y darme oportunidades de nuevo tipo.

A ti, este lugar te encantaría. Cuando baja el ruido, lo único que interrumpe son las gaviotas. Vuelan en silencio la mayor parte del día, sobre nuestras cabezas, y cuando voy al trabajo, cruzando el puente, es como si me siguieran.

Para atravesar ciertas calles, tengo que esperar el paso de los trenes de carga. Esos oxidados que te gustan mucho, y que siempre quisiste montar. Desde que fuimos al museo de Trenes de Quinta Normal, no te olvidaste de la promesa de subir en uno motorizado por carbón. Aunque fuera de estos que restauraron ahora, y que no cumplen su verdadera función, que es despejarnos de tantos camiones en las carreteras de esta larga y angosta faja de tierra. Sólo sirve su uso turístico, y que amargamente llamaron "El tren del recuerdo". Para abuelitos, y niños antiguos como tú.

También suenan los barcos, cargados de contáiners, que parecen cubos de Minecraft arriba de tus réplicas del Titanic, el Britanic o el Mauritania. Aquí se pelean el inmenso espacio con los botecitos de pescadores artesanales, que son los únicos que les parecen dar razones para tocar sus bocinas gigantes. Cuando los escuchamos, sentados con la Maite en los miradores de San Antonio, surges en los suspiros: 

"Qué ganas de que Mateo estuviera aquí"

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