Existen mejores versiones de mi persona. Que le hacen daño a menos gente.
Versiones que transitan tranquilas por la calle, haciendo como que no me conocen.
Algunas trotan por la mañana, antes de que yo salga a trabajar, para no despertarme. Otras me invitan a desayunar, y preparan un jugo de frutas que me queda exquisito.
Una vez, una de ellas, saliendo cansada de una extenuante jornada laboral, me llevó a pasear a la playa y conversamos toda la tarde hasta que hizo frío. No olvidó traer un abrigo extra, y un tecito para amenizar.
Hace unos años, una hermosa versión se inspiró en un poema mío para hacerme una canción. Nunca más la vi, pero antes de desaparecer dejó un rayado en el muro frente a mi casa: "Me fui a cambiar el mundo, nos vemos a la vuelta".
Cuando me siento solx, salgo mirando el piso y levanto la cabeza de vez en cuando, mirando de reojo a quienes caminan a ver si me encuentro por la calle, si llego a enamorarme de quien me mira de vuelta y le llamo la atención, para volver a sentir que estoy vivo, por ahí, en alguna parte.
También me he encontrado con las peores versiones de mí, que se ofuscan a la primera discrepancia. He tratado de explicarle mi rabia, pero ya no hay vuelta atrás una vez que la discusión ha comenzado. No supe pedirle disculpas, cuando la hice llorar, y tampoco le enseñé a moderar la intensidad de sus emociones. Esperaba que no volviera a ocurrir, pero al fin y al cabo, siempre fui yo. Y no quiero volver a verme nunca más en un espejo.
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